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La muerte súbita es una muerte natural que ocurre instantáneamente o dentro  
de la primera hora desde el comienzo de los síntomas, en un paciente con  
enfermedad previa conocida o sin ella, pero en el que el momento y la forma de la 
 muerte son totalmente inesperados. Los tres términos en los que se apoya cualquier 
 definición de muerte súbita son: 1º natural, 2º inesperada y 3º, rápida. Desde el punto 
 de vista epidemiológico, es útil extender el tiempo límite para la muerte biológica a  
24 horas después del comienzo de un proceso patológico, como la fibrilación ventricular, 
 que puede conducir a un daño irreversible que produzca la muerte. 
Se desconoce todavía la incidencia absoluta. Hay dos períodos de la vida en los 
 que se centra la mayor incidencia de muerte súbita: 1º, entre el nacimiento y  
los 6 meses de edad y 2º, entre los 35-70 años. en ambos grupos existe un 
 notable predominio de los varones. 
Aunque la frecuencia relativa de las diferentes causas de muerte súbita  
en el grupo adulto está influida por la procedencia de los datos estudiados, 
 un hecho parece claro: independientemente del criterio usado y de la población 
 estudiada, la causa más común de muerte súbita, natural e inesperada, 
 son las enfermedades cardiovasculares; y, entre ellas, la cardiopatía 
 ateroesclerosa es la entidad que se identifica con más frecuencia. 
Una mayoría aplastante (aproximadamente el 90%) de las muertes cardiovasculares  
súbitas en los hombres se atribuye a la cardiopatía coronaria. La proporción 
 de mujeres que mueren súbitamente y que tienen una cardiopatía coronaria 
 demostrada por la anatomía patológica es más baja. Del mismo modo, 
 los hombres que mueren súbitamente tienden a sufrir una enfermedad coronaria 
 más difusa que las mujeres que fallecen súbitamente de cardiopatía coronaria.  
Se ha observado que la muerte súbita puede esperarse como primera  
manifestación de la aterosclerosis coronaria en un 25 a 30 % de los nuevos casos.  
De esta forma, la muerte súbita (especialmente cuando se define como instantánea) 
 se acompaña en gran parte de los casos de enfermedad coronaria y es una  
manifestación frecuente de esta enfermedad. 
La muerte súbita debida a aterosclerosis coronaria es generalmente el resultado 
 de una arritmia cardíaca. Un estudio ha demostrado que la mitad de los 
 pacientes que mueren súbitamente y que presentan aterosclerosis coronaria han 
 padecido un infarto de miocardio entre las seis horas y la semana anterior al accidente. 
 Sólo un 15% de los enfermos presenta síntomas significativos una hora antes de la muerte. 
Muchas otras enfermedades cardiovasculares pueden causar la muerte súbita.  
La estenosis aórtica, la hipertrofia septal asimétrica, la mayor parte de 
 miocardiopatías y miocarditis, al igual que la hipertensión pulmonar primaria o secundaria, 
 son las causas más importantes. Numerosos trastornos del ritmo y algunas formas 
 de bloqueo cardíaco cursan con un riesgo elevado de muerte súbita. 
La embolia pulmonar se ha reconocido como causa frecuente de muerte súbita.  
El factor desencadenante puede ser mecánico cuando la obstrucción a la circulación  
pulmonar por la embolia masiva provoca un cor pulmonale agudo con shock o 
 trastornos del ritmo letales. 
Entre las enfermedades del sistema nervioso central que pueden provocar muerte 
 súbita destacan las hemorragias cerebrales y subaracnoideas; por el contrario, 
 parece que la trombosis y el embolismo rara vez son causa de ésta. 
En los lactantes y niños pequeños es raro que la muerte súbita esté producida 
 por enfermedades infecciosas, especialmente las del aparato respiratorio. 
 Las muertes súbitas en la infancia debidas a enfermedades cardiovasculares 
 no alcanzan el 10%, y por lo general se trata de cardiopatías congénitas. 
 Una proporción importante de tales muertes infantiles no muestra ninguna  
causa evidente en la autopsia.  
Situaciones en las que ocurre la muerte súbita 
La mayor parte de muertes súbitas ocurren fuera del ámbito hospitalario.  
Ya hemos mencionado antes los problemas que esto plantea para el estudio 
 de los mecanismos de la muerte súbita. Además, esto también implica un  
problema importante en la identificación de los grupos con riesgo elevado, 
 así como en la prevención y tratamiento del paro circulatorio y en la protección 
 de los miembros de la comunidad de los peligros de la muerte súbita. 
Los enfermos con infarto agudo de miocardio parecen tener una cierta 
 tendencia a morir en fibrilación, mientras que los que padecen cardiopatías  
crónicas fallecen por paro cardíaco. No obstante, el número limitado de pacientes 
 y la ausencia de datos de autopsia en la mitad de los casos impide 
 establecer conclusiones definitivas. 
La información obtenida a partir de los primeros estudios de los equipos 
 de rescate pone de manifiesto que la fibrilación ventricular es la principal 
 arritmia y la cardiopatía coronaria la enfermedad más frecuente.  
De cualquier forma, es importante señalar que otros trastornos  
del ritmo, especialmente las bradiarritmias, la asistolia y el bloqueo  
cardíaco agudo, pueden constituir el mecanismo de una muerte súbita cardíaca. 
La prevención de la muerte súbita exige tanto la identificación de los  
pacientes con riesgo de padecerla como unas terapéuticas eficaces. 
 En la actualidad no existen soluciones prácticas para ninguno de estos 
 problemas que puedan aplicarse a grandes grupos de población.  
Se ha demostrado que la aparición de extrasístoles ventriculares indica un 
 riesgo de muerte súbita hasta tres veces superior al de la población control  
de la misma edad. Los datos obtenidos del estudio de Framingham sugieren  
que la extrasistolia ventricular es un factor de riesgo de muerte súbita sólo 
 cuando se acompaña de signos electrocardiográficos de cardiopatía  
aterosclerótica e hipertrofia ventricular izquierda. Antes de que se  
puedan aplicar medidas preventivas para esta problema, es necesario  
estudiar con mayor detenimiento los datos electrofisiológicos y clínicos 
 de estas extrasístoles ventriculares que anuncian una arritmia letal. 
El paciente que ha sobrevivido a un episodio inicial de fibrilación ventricular  
parece mostrar un mayor riesgo y, además, existe cierta correlación entre 
 la gravedad de las lesiones anatómicas y estructurales y el riesgo de padecer 
 un nuevo episodio. En un sentido más amplio, parece ser que la mayor parte  
de los factores de riesgo de enfermedad coronaria lo son también de muerte súbita. 
La frecuencia de ruptura cardíaca en los casos de muerte súbita es baja en los  
grupos de edad más jóvenes, pero resulta más alta pasados los 70 años.  | 
martes, marzo 27, 2012
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